EN LÍNEA

10/11/2025

La trampa de estar siempre disponibles.

Vivimos en una era donde si no estamos “en línea”, sentimos que nos quedamos fuera del mundo. Nos convencimos de que estar disponibles todo el tiempo es una muestra de compromiso, de productividad o de cariño hacia los demás… ¡Vivimos al ritmo de las notificaciones! ¿No me crees? Hagamos un ejercicio.

Fíjate cuántas veces al día revisas tu celular. En Android, puedes verlo desde Ajustes – Bienestar digital y controles parentales, donde aparece la cantidad de desbloqueos y notificaciones.

En iOS, la información está en Configuración – Tiempo en pantalla, con el promedio diario y las aplicaciones más usadas.

Luego de esto divide 960 minutos (las 16 horas promedio que pasamos despiertos durante el día) por ese número que te dio, a fin de obtener un promedio de cada cuántos minutos revisas tu celular. ¡Te sorprenderás!

En el día a día no lo notas, pero notificación a notificación van carcomiendo tu atención y tu tiempo. Pueden ser mensajes de WhatsApp, correos electrónicos, redes sociales, sitios de compras, plataformas de streaming, videojuegos, bancos, noticias y…así podría seguir mencionando.

Ahora, ¿cuál es el problema? Lee con atención. La sobreexposición constante a estímulos digitales altera la manera en que nuestro cerebro procesa la información. Las notificaciones frecuentes generan picos de dopamina que nos hacen depender de la gratificación inmediata, reduciendo nuestra capacidad de concentración y paciencia.

Así, saltamos de una tarea a otra sin terminar ninguna, y la mente se acostumbra a la dispersión. Este bombardeo de estímulos no solo agota la atención, también nos roba la profundidad del pensamiento y la capacidad de reflexionar con calma.

Con el tiempo, ese ritmo acelerado y fragmentado se convierte en terreno fértil para la ansiedad, el estrés y la sensación permanente de urgencia. Vivimos en modo “alerta”, incluso cuando no hay peligro real.

Ahora es tiempo de preguntarse: ¿Te está sucediendo esto? ¿Cómo impacta en nuestra relación con Dios?

Oras, pero no sientes conexión. Lees la Biblia, pero la mente se dispersa. Intentas concentrarte en el culto, pero un mensaje te
saca del momento. Abres una aplicación para buscar un versículo y terminas revisando las notificaciones. Quieres tener un tiempo de oración en silencio, pero el impulso de mirar si alguien respondió te interrumpe… No es falta de fe, sino exceso de ruido.

Estamos tan atentos a lo que suena afuera que hemos perdido la costumbre de prestar atención a lo que susurra adentro. Nos volvemos impacientes, superficiales y distraídos. Queremos respuestas rápidas de Dios, pero no estamos dispuestos a darle tiempo. Queremos escuchar su dirección, pero no nos quedamos lo suficiente para discernirla.

Elías lo entendió en el monte Horeb. Buscaba escuchar a Dios y vio pasar un viento fuerte, un terremoto y un fuego, pero el Señor no estaba en ninguno de ellos. Luego vino un “silbo apacible” (1 Rey. 19:11, 12), y ahí reconoció su presencia. Hoy, ese silbo apacible se pierde entre tanto ruido. La sensibilidad espiritual no se desarrolla en el ruido, sino en el silencio.

Durante el almuerzo, deja el celular lejos y disfruta de la compañía de quienes te rodean. No uses tu celular mientras cocinas, lavas los platos o vas al baño. Antes de dormir, en lugar de deslizar la pantalla de tu celular mirando videos, repasa los momentos del día en los que viste a Dios actuando y deja el celular fuera del dormitorio.

Incluso puedes hacer un “ayuno digital” un día a la semana. Estos hábitos, aunque parezcan pequeños, abren espacio para que el Espíritu Santo pueda hablarte con claridad. Quédate unos minutos a solas con Dios, ora y reflexiona más.

Con el tiempo, descubrirás que no se trata de estar siempre “en línea”, sino de cuántas veces estás disponible para él.

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