CAPACITAR PARA SALVAR

Michal-Pawluczuk /AME (CC-BY-4.0).

09/07/2025

El análisis para incorporar una nueva sección en el Manual de la Iglesia refuerza un llamado urgente: formar líderes preparados y miembros activos para cumplir la misión adventista en el tiempo del fin

Por Wellington Barbosa, Doctor en Ministerio y gerente editorial de la Casa Publicadora Brasileña.
Foto: Michal-Pawluczuk / AME (CC-BY-4.0).

Uno de los temas destacados durante estos días del congreso de la Asociación General es la propuesta de incluir, en el Manual de la Iglesia, una sección específica sobre la importancia de que el ministerio pastoral concentre sus esfuerzos en la capacitación de los líderes locales para la misión y el funcionamiento de la iglesia. Esta propuesta refleja una comprensión cada vez más clara de que el éxito de la misión adventista depende directamente de la preparación intencional y constante de los miembros para el servicio activo.

En lo personal, veo esta movilización como un paso importante en el escenario del tiempo del fin. Desde que comprendí mejor los roles del pastor y del anciano en la Biblia y en los escritos de Elena de White, he notado un creciente interés y una mayor necesidad en este asunto. En esta reflexión, quiero compartir algunas razones por las cuales considero vital tener una visión más clara sobre el ministerio pastoral.

Creo en el poder del Espíritu Santo

La Biblia anuncia un momento en el que el derramamiento del Espíritu Santo provocará una gran renovación espiritual que llevará a la salvación de muchas personas. Por medio del profeta Joel, Dios declaró: ““Después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne; sus hijos e hijas profetizarán, sus ancianos tendrán sueños y sus jóvenes verán visiones; hasta sobre los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en esos días. […] Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo; porque en el monte Sion y en Jerusalén habrá salvación, como el Señor ha prometido, y entre los sobrevivientes a quienes él llame” (Joel 2:28, 29, 32).

En Hechos 2 encontramos un cumplimiento parcial de esa profecía –la llamada lluvia temprana (ver Joel 2:23)– y ahora esperamos el derramamiento de la lluvia tardía, que antecede la gran cosecha final para el reino de Dios. En ese contexto, la iglesia, como cuerpo de Cristo, es organizada por el Espíritu para avanzar de manera unida y sinérgica en el cumplimiento de su misión. Esta verdad se demuestra por la descripción que hace Pablo en Efesios 4:11 al 13, un texto clave en lo que respecta a entender el propósito de los dones y las estructuras de liderazgo de la iglesia: “Él mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros; a fin de perfeccionar a los santos para desempeñar su ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un estado perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo”.

Este pasaje deja claro un concepto que no puede ser ignorado: los dones/estructuras de liderazgo sirven para perfeccionar a los santos, con el fin de que desempeñen su ministerio y edifiquen al cuerpo de Cristo. En 1 Corintios 12:7 y en los versículos 11 al 13 se repite e intensifica esta idea al describir la obra del Espíritu Santo en relación con este propósito: “A cada uno le es dada manifestación del Espíritu para el bien común. […] Pero todas estas cosas las efectúa uno y el mismo Espíritu, y reparte a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque por un Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.

Por lo tanto, toda iniciativa de la iglesia que refuerce el rol del ministerio en capacitar y comprometer a los miembros para cumplir la misión está en armonía con el deseo de Dios para sus discípulos.

Creo en el don de profecía

En uno de sus artículos más contundentes sobre la necesidad de reavivamiento y reforma, publicado el 25 de febrero de 1902, Elena de White afirmó que el hecho de que las congregaciones dependan de los pastores es una evidencia de la falta del Espíritu Santo en la vida de la iglesia. Ella afirmó: “Ha habido gran demanda de sermones en nuestras iglesias. Los miembros han dependido de las declamaciones del púlpito en vez de depender del Espíritu Santo. No habiendo sido demandados y no habiendo sido usados, los dones espirituales que les fueron concedidos han menguado hasta ser débiles. Si los ministros avanzaran en nuevos campos, los miembros se verían obligados a llevar responsabilidades, y sus facultades aumentarían al ser usadas. […] Dios demanda un reavivamiento y una reforma espirituales. A menos que suceda esto, los que son tibios serán cada vez más detestables para el Señor hasta que él rehúse reconocerlos como a sus hijos (Mensajes Selectos, t. 1, cap. 16, pp. 154-155).

Obsérvese que existe una preocupante relación inversa: cuanto más dependientes son los miembros de la presencia pastoral, menos activos se vuelven los dones que se les conceden y más apática se vuelve una congregación. Para evitar el rechazo divino, es necesario que se produzca un reavivamiento y una reforma espirituales. Muchos limitan el tema a cuestiones devocionales, dietéticas o de estilo de vida, pero una de las principales evidencias de un pueblo reavivado y reformado es su compromiso con la misión, de acuerdo con los dones que ha recibido.

Algunos han olvidado esta dimensión eclesiológica, pero ella está claramente enunciada en el artículo de Elena de White. Por eso, ella declaró: “Deben realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministración del Espíritu Santo. Reavivamiento y reforma son dos cosas diferentes. Reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, una vivificación de las facultades de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual. Reforma significa una reorganización, un cambio en las ideas y teorías, hábitos y prácticas. La reforma no producirá los buenos frutos de justicia a menos que esté relacionada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento y la reforma han de efectuar su obra asignada y deben entremezclarse al hacer esta obra” (Mensajes Selectos, t. 1, cap. 16, p. 155).

Es importante señalar que el componente espiritual (reavivamiento) va acompañado de “una reorganización, un cambio en las ideas y teorías, hábitos y prácticas”. De hecho, con el paso del tiempo, la visión de la estructura ministerial adventista ha cambiado mucho en comparación con el período de mayor vigor misionero de la iglesia. A principios del siglo XX, cuando la iglesia experimentó un crecimiento significativo, Arthur Daniells, presidente de la Iglesia Adventista a nivel mundial, atribuyó este resultado al hecho de que la iglesia no mantenía “ministros fijos como pastores en las iglesias en cualquier extensión. En algunas iglesias muy grandes, hemos elegido pastores; pero, por regla general, hemos estado listos para el trabajo de campo, el trabajo evangelizador, y nuestros hermanos y hermanas han estado listos para dirigir los servicios y el trabajo sin un pastor fijo. Espero que este nunca deje de ser el orden en la Iglesia Adventista, porque cuando detengamos nuestro movimiento hacia adelante, y comencemos quedar fijos en las iglesias, pensando y orando en vez de ellas y haciendo el trabajo que debe ser hecho por ellas, entonces nuestras iglesias comenzarán a debilitarse, perderán su espíritu y su vida, con lo que quedarán paralizadas y fosilizadas» (Arthur Daniells citado en Russell Burrill, Recovering an Adventist Approach to the Life and Mission of the Local Church [Hart Research Center, 1998], p. 41).

A la luz de la escatología adventista, parece lógico esperar que la iglesia de los últimos tiempos repita este comportamiento y amplíe su esfera de acción, a medida que avance hacia nuevos territorios y alcance nuevos discípulos para Cristo.

Creo en la necesidad de los pastores

La sobrecarga de actividades ha sido una dura realidad para un grupo significativo de pastores. La falta de una visión más clara sobre las funciones de los pastores y ancianos en el liderazgo eclesiástico conduce a la superposición de responsabilidades, la falta de cadencia de trabajo/responsabilidad, la desmotivación y el aumento de enfermedades emocionales.

Según la encuesta The State of Pastors 2024, realizada por el Instituto Barna, existe una profunda crisis emocional y vocacional entre los líderes cristianos: el 75 % de los pastores informan un agotamiento emocional recurrente, mientras que alrededor del 65 % se sienten solos con frecuencia. Un tercio corre el riesgo de llegar al síndrome de desgaste profesional (burnout) y el 33 % se ha planteado recientemente dejar el ministerio. Casi la mitad ha sufrido depresión alguna vez, el 20 % se ha enfrentado a algún tipo de adicción y el 18 % de los pastores protestantes titulares admite haber pensado en autolesionarse o suicidarse. Además, el 60 % ha tenido serias dudas sobre su vocación y el 25 % incluso se ha cuestionado su fe. Estas cifras exponen un escenario complejo que exige respuestas en los ámbitos de la salud mental, el apoyo relacional y el fortalecimiento del llamado pastoral.

En este sentido, la interdependencia y sinergia entre pastores y ancianos presentada en los escritos de Elena de White parece servir como parte importante de un poderoso antídoto contra esta condición. Mientras que los pastores son responsables de la expansión de las iglesias, la formación de líderes (especialmente ancianos), la planificación y la supervisión del distrito, el ancianato se centra en las necesidades de la congregación, la atención pastoral, la nutrición, la planificación y la formación a nivel local.

Creo en la necesidad de los ancianos

Durante casi diez años he participado en concilios de pastores y de ancianos en diferentes partes de Sudamérica y he observado una tendencia preocupante. En un número representativo de iglesias, la mayoría de los miembros no están comprometidos con la misión, y el ancianato se siente sobrecargado por “empujar” gran parte de la actividad local. Teniendo en cuenta que se trata de un liderazgo voluntario, no es extraño que los ancianos declinen ser nombrados y los más jóvenes eludan esta responsabilidad.

Además, se está produciendo un conflicto generacional en los diferentes tipos de organizaciones, incluida la iglesia. Por primera vez en la historia, cuatro generaciones están liderando juntas: baby boomers, X, mileniales y Z. Como resultado, se están sintiendo algunos impactos, como un choque de valores, diferencias en los estilos de liderazgo y desafíos de comunicación y de compromiso. En general, los líderes más experimentados tienden a ser leales a una organización. A su vez, los líderes más jóvenes son leales a una causa. Por lo tanto, a menos que ayudemos a los líderes jóvenes a abrazar el adventismo como una causa por la que merece la pena vivir, seremos testigos del éxodo de los que ya son el “presente” de la iglesia.

Por lo tanto, un pastorado distrital y un ancianato local que tengan compromiso bíblico-confesional, significado, relevancia y vigor serán esenciales para revitalizar la iglesia, fortalecer la misión y asegurar un liderazgo intergeneracional más integrado y eficaz. Esta combinación no solo puede aliviar la carga actual, sino también inspirar a las nuevas generaciones a comprometerse con la misión adventista de tal manera que veamos en nuestra generación el cumplimiento de la “la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

¡Maranata!

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