ECOS DE 1844

20/10/2025

Cuando lo amargo sea dulce para siempre.

Cuando William Miller estudió las profecías de Daniel (especialmente Daniel 8:14, donde decía que luego de dos mil trescientas tardes y mañanas el Santuario sería purificado), interpretó que esto se refería al regreso de Cristo a esta Tierra. Miller utilizó el principio día/año para hacer los cálculos, comenzando en el año 457 a. C., con el decreto de restauración de Jerusalén. Samuel Snow utilizó el calendario judío para determinar la fecha exacta de la Segunda venida de Jesús: el 22 de octubre de 1844. Como es lógico, esperaron con fe y entusiasmo. Era un mensaje dulce. Muchos seguidores se unieron a este movimiento, estudiando y aguardando la “bienaventurada esperanza” (Tito 2:13).


Finalmente llegó el día, pero Jesús no regresó. El cálculo de los períodos proféticos era correcto, pero el evento profetizado era diferente. Ese día de octubre Jesús no regresaría a la Tierra, sino que entró en el Lugar Santísimo para purificar el Santuario celestial. El error fue no comprender qué era el Santuario, ni la naturaleza de su purificación.

Así, tras la decepción, algunos creyentes volvieron a estudiar las Escrituras para comprender mejor lo que había sucedido. De esta manera llegaron a la conclusión de que la profecía no se refería al regreso literal de Cristo a la Tierra, sino al comienzo de la primera etapa del Juicio, es decir, el Juicio investigador. Esta interpretación llevó al desarrollo de una de las doctrinas distintivas del movimiento adventista.

Sin embargo, todo esto estaba profetizado. En Apocalipsis 10, Juan describe una visión en la que ve a un ángel poderoso descender del Cielo con un librito abierto en la mano. A Juan se le indica que tome el librito y se lo coma. Se le dice que será dulce en su boca, pero amargo en su estómago. Ese librito abierto se interpreta como el cumplimiento de las profecías de Daniel, que estaban selladas hasta el tiempo del fin (Dan. 12:4). La apertura del libro simboliza la comprensión renovada de estas profecías en los últimos tiempos. La experiencia agridulce se interpreta como el mensaje inicial sobre la inminente Segunda venida de Cristo, que fue dulce y emocionante para los creyentes milleritas. No obstante, cuando Jesús no regresó, experimentaron una amarga decepción.

A pesar de la decepción, Apocalipsis 10:11 destaca que la misión continúa: “Es necesario que otra vez profetices a muchos pueblos y naciones, lenguas y reyes”. Es un llamado a continuar predicando el evangelio eterno y las verdades redescubiertas sobre el Juicio investigador y el ministerio celestial de Cristo.


En el relato de su primera visión, Elena de White se refiere a los hermanos en la fe Charles Fitch y Levi Stockman. Ambos eran pastores que ella había conocido y que habían participado activamente en el anuncio de la esperada Segunda venida de Cristo; pero habían fallecido poco antes de la decepción sufrida el 22 de octubre de 1844. Fitch aceptó el mensaje del advenimiento a través de las conferencias de William Miller y se dedicó a proclamar la gran esperanza con todas sus fuerzas y se convirtió en un líder destacado del despertar adventista. Falleció solamente una semana antes del 22 de octubre de 1844, a causa de una enfermedad contraída por exponerse excesivamente al frío mientras celebraba tres ceremonias bautismales en una fría mañana de otoño (véase, Primeros escritos, pp. 47, 323).


La esposa de Charles Fitch consolaba a sus hijos con la idea de que se reunirían con su padre en pocos días, pero eso no sucedió. Era necesario levantarse y seguir predicando la verdad de la Palabra hasta los confines de este mundo.

Pronto, toda decepción cesará para siempre. La alegría y la vida serán definitivas. El mensaje del regreso de Jesús es la dulzura de vivir eternamente a su lado. Más que los dolores de un viejo planeta que está llegando a su fin, cumplamos (por la gracia del Señor) el propósito de ser parte de la Tierra Nueva y el de preparar a otros para vivir allí.


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