LA IMPORTANCIA DE LA PROFECÍA

03/01/2025

Preparar a la gente para el apocalipsis es una expresión de amor.

El día después de mi nuevo nacimiento (en 1979) —convertido pero completamente desorientado—, conocí a tres cristianos en una tienda de alimentos saludables. Sin saber nada de ellos ni de sus creencias, les dije que quería saber el papel de Estados Unidos en la profecía bíblica. Imagina esto: ¡No sabía que eran adventistas del séptimo día!

Como si fuera poco, la semana en que estudiamos esta profecía, el papa Juan Pablo II hizo ese histórico viaje a los Estados Unidos, en el que visitó (la primera invitación hecha alguna vez a un papa) la Casa Blanca, donde estrechó la mano de nuestro presidente (bautista), Jimmy Carter.

Desde entonces, como adventista, he estudiado y sigo estudiando las profecías. Después de todo, somos un movimiento profético, ¿verdad? Y, aunque algunos se quejan de todos los leones alados, los dragones, los cuernos parlantes y las estatuas destrozadas que se usan en nuestra evangelización, todas estas imágenes proféticas me han ayudado, a lo largo de las décadas, a afirmarme en mi fe.

Por ejemplo, desafío a cualquiera a que explique cómo (sin un Dios que conozca el futuro) Daniel 2 podría haber predicho, no solamente el ascenso de Roma, sino también su disolución en las naciones de la Europa moderna (¡y con tanta exactitud!). Hasta hoy, Daniel 2 y Daniel 7 (con su asombrosa descripción de la Roma papal) siguen siendo anclas racionales que me aseguran firmemente a mi fe.

Mientras tanto, a veces circula entre nosotros la idea de que no deberíamos centrarnos tanto en las profecías, porque no son tan importantes. En su lugar, deberíamos centrarnos en “el amor de Jesús”. Ahora, por favor, no estoy en contra del amor de Jesús. Nada de eso. Pero no tiene que ser una cosa o la otra. Si se estudia correctamente, la profecía es una expresión del amor de Cristo, porque es otra forma en que él revela la verdad acerca de sí mismo; y eso es importante. Y esta importancia me impactó al leer El Deseado de todas las gentes y ver la confusión —incluso entre los propios seguidores de Jesús— acerca de él y su ministerio. Y esa confusión se dio, al menos parcialmente, porque la gente no entendió la profecía bíblica respecto de su primera venida. Se equivocaron esperando un Mesías militar y político que los librara de los romanos. Lo que ninguno esperaba era un Mesías manso y humilde, sin pretensiones políticas (lo que ayuda a explicar por qué lo rechazaron).

 Es decir, lo que ayudó a justificar el rechazo de Jesús fue su flagrante interpretación errónea de la profecía bíblica. Y así, en lugar de postrarse ante su Mesías con humildad y arrepentimiento, como deberían haber hecho (si hubieran entendido las profecías), maldijeron, se burlaron y escarnecieron al Mesías después de colocarlo en una cruz. ¡Y hay personas que dicen que la profecía bíblica no es importante!

Si un malentendido de la profecía bíblica con respecto a la primera venida de Jesús trajo calamidad, ¿qué pasa con todas las falsas interpretaciones de hoy en día con respecto a la Segunda Venida, como el Rapto Secreto, la reconstrucción del Templo, la tribulación de siete años, etc.? Entre la ignorancia intransigente con respecto al estado de los muertos —que nos deja abiertos al espiritismo (como revelan todos los libros y las películas populares que circulan hoy)—, la ceguera con respecto al papel de los Estados Unidos y Roma en los acontecimientos finales, su milenio terrenal (junto con su “observancia del domingo”, a la que se adhieren religiosamente), estas personas están muy abiertas a los engaños de los últimos días. E, incluso entre nosotros, un grupo cada vez más numeroso califica nuestra escatología como reliquia del siglo XIX, un anacronismo irrelevante fruto de una fiebre apocalíptica de pacotilla (supongo que cuando el sábado-domingo se convierta en un problema, se despertarán. ¿O será demasiado tarde?).

Ahora, aun cuando haya entendido de forma básica los eventos de los últimos días, y haya estado anticipando desde hace décadas esos eventos, mantenerme fiel será bastante difícil. Y, si va a ser lo suficientemente difícil para mí, o para nosotros, que sabemos lo que se viene y que (idealmente, al menos) podemos prepararnos, ¿qué pasa con aquellos que, con su falsa comprensión de la profecía bíblica, permanecen confundidos, esperando la reconstrucción del Templo en Jerusalén o promocionando la santidad del domingo en un intento equivocado de marcar el comienzo del milenio terrenal, en lugar de tratar de estar entre los que “guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12)?

Una falsa comprensión de la profecía trajo calamidad en la Primera Venida; también lo hará en la Segunda.

Sí, necesitamos promover el amor de Jesús. Pero, si ayudar a preparar a la gente para el apocalipsis no es parte de expresar ese amor, entonces ¿qué lo es?

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1 Comentario

  1. Daniel Heredia

    Excelente artículo.
    Es importante empezar a promover el estudio de las Profecías en los planes de la Iglesia de manera general.

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