¿TRANSPARENTE, ESMERILADO U OSCURO?

17/02/2025

Todo depende del cristal con que lo mires.

Ana entró en su casa preocupada por una conversación que había tenido con su jefe al regresar del trabajo. No solo estuvo pensativa todo el camino. También estuvo enfadada, ansiosa, decepcionada y asustada. Nunca había tenido este tipo de conversación con un superior, pero aquel jefe era nuevo y parecía querer demostrar a todo el mundo quién mandaba ahora. Carlos, su marido, la saludó con una sonrisa ya que había conseguido salir antes del trabajo y pensaba llevarla a dar un paseo por el centro comercial. Los niños estaban de vacaciones en casa de su abuela, por lo que esta era una oportunidad única para pasar tiempo en pareja.

Cuando Carlos oyó entrar a Ana en casa, se dispuso a contarle lo que había planeado, pero su sonrisa desapareció al ver la irritación de su mujer. En la mente de Carlos se agolparon rápidamente muchas opciones de por qué ella podría estar molesta. Como varias de ellas apuntaban a cosas que él podría haber hecho y de las que podría haberse quejado, se dio vuelta y decidió “sumergirse” en su teléfono celular y contener su rabia por haber perdido el plan de aquella maravillosa velada que había imaginado. Por su parte, Ana se molestó porque él no le preguntó qué pasaba. Su reacción empeoró cuando vio que él se dejaba caer en el sillón con el teléfono en la mano.

Nuestra comunicación puede ser como un cristal transparente donde las dos partes saben lo que pasa, nadie oculta nada, y las cosas están claras porque tenemos la confianza y la tranquilidad de que el otro escuchará y reaccionará para mejorar el problema. Esto sería lo ideal. Sin embargo, la realidad indica que es más bien como cristal esmerilado, donde miramos, pero no vemos con claridad lo que pasa, usamos demasiado la imaginación, sacamos conclusiones equivocadas y tendemos a crear fricciones innecesarias; supuestos que bien podrían resolverse con preguntas claras, buscando entender correctamente la situación. No obstante, otras veces es como un cristal oscuro que no nos deja ver lo que realmente está pasando, donde la comunicación no existe, es totalmente malinterpretada, falta de interés y —muchas veces— agresiva.

¿Qué habría sucedido si Carlos hubiera intentado comprender lo que le pasaba a su mujer? ¿Si la hubiera abrazado, mirándola con amor y diciéndole que él estaba ahí para escucharla y ayudarla? ¿Qué habría sucedido si Ana se hubiera dado cuenta de lo feliz que su esposo estaba y hubiera intentado dejar el problema fuera de casa a fin de disfrutar de la felicidad de su marido?

A menudo olvidamos que la buena comunicación no solo se da en los momentos gratos, cuando no tenemos problemas que resolver y el ambiente es agradable. A veces, debemos entablarla en situaciones de crisis. Por eso, me gustaría compartir cinco puntos fundamentales para que la comunicación ocurra de la mejor manera:

1-Una actitud proactiva. Quiero hablar y quiero escuchar. Busco el momento y el lugar adecuados para comunicarme.

2-Una actitud corporal adecuada. Transmitimos mucho con nuestras expresiones faciales y con el tono y el volumen de nuestra voz.

3-El contenido adecuado. Utilizar las palabras que la otra persona entienda mejor. El silencio también transmite mucho, siempre que se utilice de la forma adecuada. Evita el sarcasmo.

4-Atención y exclusividad. No deberíamos estar haciendo otra cosa en el momento de la conversación (estar mirando el celular, por ejemplo) ni incluir a personas si es un tema privado.

5-Repetir no es lo mismo que ser claro. Si la otra persona no entiende, intenta cambiar tus palabras y tu actitud para comunicar lo que quisiste decir. No insistas en repetir siempre lo mismo. Sé estratégico.

Y, más allá de estos consejos, recordemos Efesios 4:29: “Ninguna palabra mala salga de su boca, sino la que sea buena para edificar a otros según sea necesario, para que dé gracia a los oyentes”.

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