La divinidad de Jesús en Tito y 2 Pedro.
Uno de los pasajes más conocidos del Nuevo Testamento que destaca la absoluta divinidad de Cristo se encuentra en Tito 2:13: “Aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (RVR 95). La simple lectura de este texto muestra que los cristianos estamos esperando la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesús, quien es tanto Dios como Salvador. Se habla de una persona, no de dos.
A pesar de la claridad de este pasaje, algunos grupos antitrinitarios arrianos que no aceptan la plena divinidad de Jesús rechazan esta lectura y sostienen que la última parte de este texto se debería traducir así: “La gloriosa manifestación del gran Dios y de nuestro Salvador, Jesucristo” (Traducción del Nuevo Mundo). Nótese que en esta última traducción se hace una distinción entre el Padre como el “gran Dios” y Jesucristo como el “Salvador”; y para hacer posible esto, insertan la preposición “de” entre ambos nombres, para que diga “del gran Dios y de nuestro Salvador, Jesucristo”. Así, para ellos, Jesús no es Dios, sino solo Salvador. ¿Qué se puede decir al respecto?
Una persona en el texto
Debe resaltarse que esta traducción antitrinitaria no se ajusta a la intención del apóstol, como tampoco a la construcción gramatical.
En primer lugar, el apóstol Pablo nunca usa la palabra griega traducida como “manifestación” para referirse a Dios el Padre o a su “gloria” (Juan 1:18; 1 Tim. 6:16). Esta palabra siempre se refiere, invariablemente, a la venida de Cristo. Por lo tanto, el sujeto que se va a manifestar (de acuerdo al pasaje) no es el Padre, sino Jesús. En segundo lugar (como se ve esquematizado con corchetes, paréntesis y llaves), en la expresión “de [nuestro (gran {Dios} y {Salvador})] Jesucristo”, la preposición “de” tiene como complementos los sustantivos “Dios” y “Salvador”, y estos dos se aplican a la misma persona: Jesucristo. Por eso, la única traducción literal posible es: “De nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. El pasaje solo habla de una persona y no de dos.
A la luz de estos datos, es evidente que la traducción antitrinitaria de la Traducción del Nuevo Mundo es incorrecta e inaceptable, pues solo busca disminuir la absoluta y plena divinidad de Cristo.
Un texto similar
Existe otro texto, con una estructura similar a Tito 2:13, que prueba que Jesús es Dios. Se encuentra en 2 Pedro 1:1: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra” (RVR 95). Aquí también se puede leer que Pedro se refiere a Jesucristo como Dios y Salvador.
Los antitrinitarios arrianos, que rechazan la divinidad de Cristo, traducen la última parte: “Mediante la justicia de nuestro Dios y del Salvador Jesucristo” (Traducción del Nuevo Mundo).
Sin embargo, es la misma construcción gramatical griega de Tito 2:13. No hay una palabra en griego que permita entender que “Dios” y “Salvador” son dos personas distintas.
Es interesante notar que la Traducción del Nuevo Mundo, en pasajes con la misma estructura gramatical de Tito 2:13 y 2 Pedro 1:1, los traducen muy bien.
Por ejemplo, en 2 Pedro 1:11, se lee: “De nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (una persona, no dos); en 2 Pedro 2:20, se lee “del Señor y Salvador Jesucristo” (una persona, no dos); en 2 Pedro 3:2, se lee “el Señor y Salvador” (una persona, no dos) y en 2 Pedro 3:18, se lee “de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (una persona, no dos).
Los antitrinitarios reconocen que en estos pasajes solo se menciona a una persona y no a dos. Deberían ser coherentes y traducir de la misma manera Tito 2:13 y 2 Pedro 1:1.
Palabras finales
Como podemos ver, Cristo no es un ser creado, pues su plena divinidad es una verdad irrefutable en la Escritura. Esto demuestra que quien se encarnó para buscarnos y redimirnos no fue solo un ser poderoso, un ángel exaltado o un dios (con minúscula), sino nuestro mismo Creador (Juan 1:1-3, 14; Heb. 1:8-12).
Esta es una de las evidencias más poderosas del amor de Jesús por nosotros, pues si él, siendo Dios igual al Padre, dejó su trono para salvarnos, es porque realmente nos ama. Y no solo eso, sino también tenemos la seguridad y la garantía de que este gran conflicto pronto va a terminar con la victoria del reino de Dios (Apoc. 21:1-4).
Así también, la razón del regreso de nuestro gran Dios y Salvador Jesús nos da la fuerza y la motivación para vivir de acuerdo a su voluntad (Tito 2:11-14).
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